Hablar de danza en México remite a varios momentos históricos cuyos antecedentes dirigen al tiempo de las civilizaciones mesoamericanas, las cuales -al igual que las de otras partes del globo terráqueo- tenían su propia forma de ver el mundo, es decir, su cosmovisión, lo que el INAH define como la manera en que los grupos humanos interpretan y dan sentido a su entorno. Como parte de ello, tenían festejos y celebraciones que realizaban de acuerdo con sus calendarios, en honor a las figuras que adoraban y con rituales propios de cada evento.
Tuvieron que pasar años para que a la danza se le considerara como un arte y con ello un sinfín de definiciones que continúan escribiéndose hasta el día de hoy. Inicialmente, la colectividad era un aspecto esencial que conformaba a la danza, uno que gradualmente fue quedando atrás para dar paso a su percepción escénica y que con el avance en sus estudios permitió llegar a lo que actualmente conocemos como la antropología de la danza, una construcción entre los registros de los cronistas españoles y los estudios de las civilizaciones asentadas en México.
Los registros históricos incorporan a la danza en varios rituales de las culturas mesoamericanas, entre ellos, los relacionados a la siembra y la fertilidad. La agricultura es un aspecto esencial en estas antiguas culturas, pues en ella basaban su cosmovisión y sus calendarios, tal es el caso de la cultura mexica –quienes usaban un calendario conformado por veintenas, es decir, meses de veinte días-, ellos realizaban una celebración llamada Ochpaniztli, a la cual varios antropólogos e investigadores, entre ellos Michel Graulich, han referido que se trata de una fiesta de renovación en la que se creía que se recreaba la tierra y nacía el dios del maíz, era un ritual en el que había un sacrificio de por medio en ofrecimiento a sus deidades para pedir por la maduración de la cosecha; la Ochpaniztli y otras festividades enfocadas a la siembra acontecieron antes de la llegada de los españoles, quienes entre sus influencias culturales establecieron el calendario gregoriano e incorporaron nuevas formas de llevar a cabo la agricultura, para lo cual el arqueólogo Enrique Vela refiere que en las fiestas de carácter agrícola se refleja la división del año en estación seca (tonalco, “el calor del sol”) y xopan (“la época verde”), en donde se reconocen dos ciclos agrícolas, el de regadío, que se siembra en enero y cosecha a partir de junio, y el de temporal, que se siembra a partir de abril y se cosecha en los últimos meses del año.
Aún hay comunidades que continúan ejecutando estas tradiciones ancestrales, aunque la influencia del catolicismo ha permeado la mayoría de ellas; cada pueblo y cada región mantiene sus propios usos y costumbres respecto a la siembra, algunos aún se guían por la luna debido al ascenso y descenso de la savia en las plantas y otros por los principios de lo que hoy conocemos como calendario agrícola. Una realidad es que se ha desdibujado la intención ritual de la mano con la danza, los procesos agrícolas que innovan en el uso de sustancias y máquinas a un nivel industrial, alejan cada vez más la percepción ritual de la siembra. Sin embargo, aún hay casos en los que se llevan a cabo danzas que conservan su valor cosmogónico y otras que han tornado su valor a un enfoque pagano al estar enfocado a la promoción turística. En este Con-Ciencia hablaremos sobre danzas que permanecen como parte de las tradiciones en torno a la siembra, el simbolismo que poseen y sus representaciones actuales.
Originarios de Veracruz, los famosos Voladores de Papantla, también llamados pájaros de la tierra, son reconocidos desde 2009 por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y se han posicionado como uno de los rituales más conocidos dirigidos a la fertilidad y a la siembra. La tradición totonaca cuenta que, en tiempos de hambruna y sequía, los ancianos enviaron a mensajeros sacerdotes con ofrendas a los dioses para pedir la lluvia.
Esta tradición ancestral es practicada por tepehuas, nahuas, otomíes, huastecos y -el grupo indígena con mayor representación- totonacas. El ritual comienza con una preparación espiritual previa para elegir el árbol, danzan y cantan después de cortarlo, lo arrastran y lo levantan al lugar en el que lo van a colocar, se pide perdón al bosque por la tala y entregan una ofrenda; lo siguiente es que cuatro jóvenes suben a lo alto del tronco del árbol que en su parte superior tiene una estructura que permite que los cuatro individuos se aten y que uno más, el caporal, se mantenga en la parte superior; este quinto hombre comienza la danza dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales mientras toca la flauta y comienzan a descender atados de una cuerda larga simbolizando la lluvia.
Las representaciones actuales de esta danza se han adaptado de tal manera en la que el palo de un árbol es sustituido por un mástil, para danzarlo no se necesita ser originario de la localidad en la que se presenta y su realización es enajenada de los aspectos espirituales que tiene el ritual en sí, un ejemplo de ello son los Voladores que se presentan frente al Museo Nacional de Antropología e Historia, en distintos sitios turísticos y, por supuesto, en hoteles donde se alude más a su espectacularización. Si quieres conocer más sobre el ritual de los Voladores en los distintos puntos de la República Mexicana, puedes consultar el expediente técnico de esta ceremonia ritual.
El maíz es venerado en más de una cultura, como lo platicamos al inicio de este texto en la antigua cultura mexica, y así como hay rituales en el momento de la siembra, también los hay al momento de cosechar. En el pueblo de Chiepetepec, en el estado de Guerrero, se realiza esta festividad en la que se agradece por la buena cosecha a la lluvia y a la tierra como resultado del ciclo agrícola. Esta celebración es en honor a San Miguel Arcángel y se registra como una del amplio acervo de las danzas que se mezclaron con la liturgia y la religión católica.
Foto: Franyeli García para amapolaperiodismo.com
La danza incluye únicamente a mujeres, ya que se les considera que son la unión directa de la parte femenina con el maíz, el cual representa la parte masculina y representando este simbolismo es que ellas cargan milpas adornadas con panes, flores y velas en un rebozo. Cada 28 de septiembre la comunidad se da cita en la iglesia del pueblo al mediodía para posteriormente hacer un recorrido hacia el Cerro de la Cruz, las mujeres encabezan la caminata, atrás de ellas la imagen de San Miguel Arcángel finaliza la comitiva, al llegar al cerro donde se encuentra una cruz se realiza un rezo, y al finalizarlo las mujeres comienzan a llevar a cabo el Milli Mitotilistli, donde al ritmo de una banda de viento se agitan las hojas de las milpas bailarinas.
Es este patrono el protector de la montaña, por lo cual muchas otras comunidades se avocan a él, y en el caso de la comunidad de Chiepetepec, este ritual es dirigido a este santo para agradecer por la cosecha, ya que el maíz es uno de los principales cultivos que se tienen en esta zona y, debido a que en la religión católica San Miguel Arcángel es el soldado que vence al mal, en esta celebración la comunidad le confía su cosecha.
Para la realización de esta nota se acudió a los artículos Ochpaniztli. La fiesta de las siembras de los antiguos mexicanos de Michel Graulich y Calendario prehispánico, Ciclos agrícolas de Enrique Vela, pertenecientes a los números 84 y 91 de la revista Arqueología Mexicana. Así como al reportaje Voladores de Papantla: Un bien inmaterial de INAH TV y al artículo Mili Mitotilistli - Baile de la Milpa de ADN Cultura.